jueves, noviembre 21, 2024
Revista el Ferro-carril ASAFAL-2004

EL CAFÉ DEL AVE

Viajé en el tren AVE de las 17 horas de Madrid a Zaragoza el pasado viernes 25 de junio, Poco después de iniciar el viaje, me apeteció tomarme un café solo, para lo que me dirigí al coche cafetería.
El coche cafetería de ese tren estaba ridículamente decorado de supuesta cueva de Luís Candelas, con las paredes pintadas de supuesto ladrillo visto.
Pedí mi café y me sirvieron un supuesto café.
Yo creía que el café del Ave iba a ser café-café, café como el café de toda la vida, como el café de cualquier cafetería o de cualquier bar de cualquier lugar de España, como el que me tomo todas las mañanas en el bar de la esquina próximo a mi despacho.
Yo creía que el café del Ave iba a ser un líquido negro, intensamente negro, dotado de un fuerte aroma y de un profundo sabor.
Yo creía que el café del Ave también se hace a partir del “exótico grano ultramarino” (como decía Blasco Ibáñez en La Barraca), convenientemente molido para la ocasión.
Yo creía que las diferencias entre unos cafés y otros se debía a que si el tueste es natural o torrefacto, que si se mezclan dos o tres variedades en una u otra proporción, o a si lo deseas más o menos espeso, pero siempre sigue siendo café.
Sin embargo, eso debería ser antiguamente, o será en los bares de mi pueblo, pero en el Ave no.
En el Ave, al menos en aquel Ave, el café era otra cosa, mucho más moderna, seguramente, pero no era café.
En aquel Ave, el supuesto café era un liquidillo de flojo color beige claro, casi transparente, sin aroma y sin sabor a nada.
Como el agua (incolora, inodora e insípida), sólo que algo sucia, para no ser incolora del todo.
“Eso es lo que sale de la máquina”, me respondió el camarero.
¡Pues vaya máquina de hacer café que han instalado en ese Ave! pensé yo.
Naturalmente no me lo tomé, a pesar de haberlo pagado previamente.
Y por ese líquido infame te piden 1´20 Euros, o sea, 200 pesetas, o 40 duros u 800 reales, nada menos.
Así que ya lo sabéis, viajeros cafeteros: si viajais en el Ave, no pidais café.

Fdo.: Leovigildo Martínez Anaya. Serón. Almería.