viernes, noviembre 15, 2024
Revista el Ferro-carril ASAFAL-2016

RUTAS de trenes, cables y minas de Almería: Minas de La Solana en Almócita (alto Andarax)

Coincidiendo con el inicio de la primavera, el pasado domingo día 20, un pequeño grupo de amigos de Asafal se dio cita en Almócita para recorrer el sendero minero que recorre hermosos e inhóspitos parajes de esta pequeña localidad alpujarreña. El sendero se denomina Minas de La Solana – Cacín- Bogaraya y está identificado como PRA-325.

Almócita es un bello pueblo de apenas 150 habitantes que tiene a gala desde hace unos pocos años el contar con el candil más grande del mundo con su correspondiente sello oficial del Récord Guinnes. Llama la atención también su iglesia mudéjar con parte de su cubierta caída y que las paredes de algunas casas han sido decoradas con versos .La zona minera (fundamentalmente proveedora de plomo) se sitúa en el Parque Natural de Sierra Nevada y está separada de sierra de Gádor por la garganta del Río Andarax.

Empezamos la jornada tomando fuerzas en el bar del pueblo a primera hora de la mañana. El día estaba casi despejado y la temperatura ya completamente primaveral. Nos pusimos en marcha en dirección norte, enfilando hacia Beires, rodeando la ermita que comparten los tres pueblos cercanos, es decir, Beires, Almócita y Padules. Fuimos poco a poco ganando altura rodeando el Cerro del Capitán sobre el cual ya se empiezan a ver las primeras escombreras de los pozos y galerías aledañas. En cabeza de grupo expedicionario gozamos siempre de la alegre compañía de un animoso perro blanco cuyo nombre era Segundo, según nos comentó su propietario, Paco el del bar, a nuestro regreso a la plaza del pueblo cinco horas después. Segundo subió y bajó alegremente cuestas y barrancos aunque, (para nuestra sorpresa) lo hizo además portando una gran piedra en sus mandíbulas durante varios tramos del recorrido. A mitad de la ruta bebió algo de agua de nuestras manos y repuso fuerzas para seguir olfateando rastros y guiándonos en el camino de regreso al pueblo.

Conforme íbamos alejándonos de Almócita y ganando altura fuimos encontrándonos elementos del pasado como las caleras y los primeros pozos mineros, vallados muchos de ellos. Además, pudimos divisar los magníficos cañones en los encajonamientos del río Andarax. Desde luego, el terreno era inhóspito y seco, especialmente en los caminos por donde anduvimos, y la vegetación escasa, siendo la mayor parte del recorrido de matorrales. Observamos desde el punto más oriental del sendero vistas de la cara norte de las montañas de la Sierra de Gádor, los llanos que llaman de Cacín en la otra margen del río y otros pueblos de la zona como Fondón y Fuente Victoria. Es muy probable que, desde esta posición, el ingeniero de caminos José Trías Herráiz, autor del primer proyecto del ferrocarril de Linares a Almería (1874-1876), considerase muy acertado trazar el trazado de la vía férrea  por el valle del Andarax hasta Fondón y, mediante una estación de retroceso, afrontar la divisoria de Sierra Nevada por el Collado de Tices para continuar por el río Nacimiento. Hasta muchos años después, en 1895, no circuló el primer tren de ancho ibérico por la provincia y, en ningún caso por los parajes que estábamos contemplando, sino por las estribaciones de la Sierra de los Filabres. Las expectativas de exportación del mineral de hierro pesaron mucho en el trazado definitivo del ferrocarril que hoy conocemos. Pero también hubo otros intentos de ferrocarriles económicos que pretendían discurrir por estos bellos paisajes montañosos: “El ferrocarril eléctrico secundario de vía de un metro entre Almería y Laujar, sin garantía de interés por el Estado”, cuyo autor fue Enrique Paniagua Porras, ingeniero militar de ferrocarriles  nacido en Alboloduy. Desgraciadamente, nunca se llevó a cabo. Solo queda imaginarnos lo que hoy en día  podría ser recorrer este trayecto desde el mar hasta la Alpujarra en un tren de vía estrecha.

Después de echar a volar nuestra imaginación, poco antes de alcanzar la mitad del recorrido, el sendero atraviesa el poblado minero de La Solana, del cual se conservan muchos elementos industriales y construcciones. Este complejo  se levantó para la obtención del plomo que se extraía de las minas adyacentes. Allí hicimos una breve parada para tomar fuerzas y revisar la organización del mismo. El poblado contaba con todo lo necesario para conseguir el mineral según la tecnología de la época. Además, había viviendas y curiosos elementos para el ocio como un palomar, con el que –nos explican en los carteles- se entretenían los ingenieros jefes. Dejamos atrás el poblado y descendimos por la ladera próxima al río. Durante todo el trayecto, los mineros del grupo seleccionan piedras de algunas escombreras que nos salen al paso para tratar de extraer de ellas algunos minerales.

Volvimos a ganar altura zigzagueando sobre la loma y dejando atrás lo que se suponen los restos de la fundición Fuente Godoy. Encaramos ya la parte final de la ruta con nuevas vistas de las montañas multicolores y topándonos con un bonito acueducto semi oculto por la maleza. De nuevo tocaría ejercitar las piernas para ascender la fuerte pendiente y llegar a los cortijos de Bogaraya donde se realizó otro pequeño reagrupamiento con el fin de recuperar el aliento y continuar con  la marcha. En este penúltimo tramo avanzamos viendo de nuevo a nuestra izquierda pozos y galerías que quedan en lo alto de las montañas y que los más mineros del grupo anotaron para poder visitar en otra ocasión.

Finalmente, acortamos ligeramente el recorrido original marcado tomando uno de los senderos locales, lo cual nos llevó a descender bruscamente otra vez hasta un arroyo y ascender una vez cruzado éste. Tras pasar por unos huertos, llegamos prácticamente al centro del pueblo. Nuestra mascota, a la que habíamos decidido bautizar como Barrenero antes de conocer su nombre verdadero, regresó con su dueño a quien le relatamos la proeza que había protagonizado su can para nuestro deleite. Finalmente, tras un breve descanso en la plaza del pueblo, nos dirigimos a Padules para recuperar líquido y energías con una suculenta comida en el restaurante Antonio Abad.

REDACCIÓN: Paco Sánchez

FOTOGRAFÍAS: Juanen Pérez Miranda